Adelanto de Tribulaciones de un joven indolente presenta. Proximamente en su kiosko virtual.


Washington, Distrito de Columbia. 13:25 horas.

–Señor presidente, tiene que ver esto!

–Maldita sea, Jenkins, sabes que detesto que me interrumpan cuando juego a las damas.

–Pero las lecturas, señor presidente. –Jenkins, tembloroso y empapado en sudor frío, le tiende al presidente una carpeta llena de cifras y fotografías satelitales, con el consabido sello enmarcado en rojo que anuncia “top secret”, fuerte y enhiesto cómo un candado de acero chino.

–¡Oh por Dios santo, Jenkins! Comuníqueme al pentágono. ¿Por qué no me lo dijo antes?

México, Distrito Federal. 13:26 horas.

Y mientras el mundo se resigna a una nueva crisis, de la cual, por supuesto, los simples mortales no habremos nunca de enterarnos, yo tengo también mis propias tareas impostergables.

Mi hermano decidió marcharse de la ciudad, a vivir con su mujer en un lugar subtropical semi paradisíaco, mejor conocido como Cuernavaca, o, en el dialecto rimbombante de los Mexicanos: “la ciudad de la eterna primavera”. Lejos está de ser los campos Elíseos, pero, descontando los mosquitos, debe ser un lugar más agradable que esta ciudad que no se resigna a ser llevada al demonio de una vez por todas. En fin, que eso me ha dejado a la deriva, y una vez más, como ya se está volviendo tradición anual desde que llegué a está ciudad como un joven Rastignac venido a menos, el columnista se lanza a las calles en busca de un lugar para vivir.

Pero no se fíen de mi palabrería: no es precisamente emoción lo que me embarga. Conseguir departamento en esta ciudad puede ser, en realidad, más difícil que salvar al mundo libre de las garras del terrorismo internacional antes del desayuno...

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