Que triste lujuria de los casados infieles,
De los ancianos sedientos, de los adolescentes sin gracia.
Calles oscuras, luz mercurial, ruido
De borrachos y perros.
Cuartos húmedos y ceniceros de estaño,
Gasas de humo que penden sobre camas.
Lujuriosa tristeza del hombre solitario,
Buscar sentido, enamorarse un segundo,
Un destello a medianoche que es la luz de un monitor,
Palabras indiferentes de canciones añejas.
La banca de una plaza pública
Y la piedra que se arroja al río,
Lo exquisito irreparable y fijo,
La mano, el labio, el sexo que se ansía
Llevar a la boca.
Pero todos leímos el mismo libro alguna vez
Y conocemos de memoria el final del cuento.
De los ancianos sedientos, de los adolescentes sin gracia.
Calles oscuras, luz mercurial, ruido
De borrachos y perros.
Cuartos húmedos y ceniceros de estaño,
Gasas de humo que penden sobre camas.
Lujuriosa tristeza del hombre solitario,
Buscar sentido, enamorarse un segundo,
Un destello a medianoche que es la luz de un monitor,
Palabras indiferentes de canciones añejas.
La banca de una plaza pública
Y la piedra que se arroja al río,
Lo exquisito irreparable y fijo,
La mano, el labio, el sexo que se ansía
Llevar a la boca.
Pero todos leímos el mismo libro alguna vez
Y conocemos de memoria el final del cuento.