Metrópolis


Esta escena de Metrópolis siempre me había parecido desproporcionada, una alegoría demasiado fácil del capitalismo. En ella, un obrero cambia manualmente la hora del reloj, una y otra vez sin descanso. El futuro podía inventar autómatas, estoy seguro que podía inventar mecanismos para que esto sucediera por si mismo. De hecho, ya existían 100 años antes de que la película se rodara. ¿Entonces?

Fue hasta que pasé por Santa Fe el otro día. Un hombre limpiaba por fuera las ventanas del piso 16 o 17 de un edificio de 30 pisos. Un andamio frágil y hechizo era su única seguridad y a mi me daba vértigo sólo de verlo. Era igual absurdo que en metrópolis, y dependía de los mismos factores: la frívola vanidad del contratante y la espantosa necesidad del contratado.

Así es el capitalismo, niños.

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