Ahí viene mi vida de hinojos,
se arrastra sin necesidad,
boquea, llora y pide consuelo,
parece una vieja sin hijos
que cumple una manda a San Judas Tadeo 
Ahí viene el sabueso del collar de hierbas olorosas,
y mis noches en vela sin ningún motivo.

Aquí la Niña, la Pinta y la Santa María,
este idioma barbado y antiguo
con el que a ti me dirijo.
Mira (aquí, dibujados en el pecho)
el chaleco rojo y el pantaloncito corto,
la infancia sepia, la fotografía deslavada
por los años y el sol de media tarde.

También puedes ver
el diente cariado de mis viejos amores,
ceniza brillante dejada en los labios,
esa cosa molesta que cuelga de la carne viva
y que duele cada tanto en las mañanas
hasta que no lo extirpe por completo.

Puedo además de todo eso ofrecerte
mi futuro anhelante en tus manos,
como una cajita lacada
para que guardes joyas y flores secas.
Puedo ofrecerte una manzana, una cerveza,
un plato de sopa caliente.

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