Triste lujuria de los casados infieles, de ancianos hidrópicos, de adolescentes sin gracia.
Calles oscuras, luz mercurial, ruido de borrachos y perros. Cuartos húmedos y ceniceros de estaño, gasas de humo que sobre camas gravitan.
Buscar sentido, enamorarse un segundo, un destello a medianoche como la luz de un monitor o de un cigarro, palabras arrancadas de canciones añejas.
La banca de una plaza pública y la piedra que se arroja al río. Lo exquisito irreparable y fijo, la mano, el labio, el sexo que se ansía llevar a la boca.
Pero todos leímos el mismo libro y conocemos el final del cuento.
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